La mayoría de los casos de dopaje en unos Juegos Olímpicos se destapan con el tiempo, y si no pregúntenle a Lydia Valentín que ha ganado medallas en Pekín 2008 y Londres 2012 a posteriori. Pero siempre hay algunos casos que se destapan durante la celebración de la competición, y que entre tanta y tanta noticia de deporte casi pasan desapercibidos.
En Río 2016 no han sido muchos los casos de dopaje aparecidos, aunque desafortundamente sí ha ha habido varios. Por ejemplo y ya en el primer día, hubo atletas que tuvieron que abandonar la Villa Olímpica sin competir siquiera, pues habían dado positivo en controles anteriores, casos de la nadadora griega Theodora Giareni, el boxeador irlandés Michael O’Reilly y el levantador de pesas chipriota Antonis Martasidis.
El primer caso de una deportista que había participado en una competición y a raíz de ahí se descubrió su positivo lo protagonizó Chen Xinyi. Nadadora china de tan sólo 18 años, fue cuarta en la final de los cien metros mariposa y, a falta del contranálisis, fue descalificada y desprovista del diploma olímpico que le correspondía por esa cuarta plaza.
El mismo día se conoció el caso de dopaje de una atleta búlgara, Silvia Danekova. Danekova no llegó a debutar en la prueba a la que venía a competir, los tres mil metros obstáculos, pero el control donde salió positivo en EPO se le realizó por sorpresa durante su estancia en la Villa Olímpica.
Pero el caso de dopaje más sonado de todos los Juegos de Río 2016 lo protagonizó Izzat Artkyov. Más que nada, porque el armenio había ganado la medalla de bronce en su categoría, los 69 kilos, en halterofilia, pero no superó el test anti dopaje posterior. Así que, cuando la federación de halterofilia proceda, esa medalla de bronce pasará al cuarto clasificado de esa prueba, el colombiano Luis Mosquera.