De lo grotesca, de lo indignante que es, la decisión del Comité Organizador de los Juegos Olímpicos de Londres (LOCOG, en sus siglas en inglés) debería alejar al más ilusionado de los aficionados de la utópica idea de un torneo limpio, idílico, ejemplo para la sociedad, muestra de valores. Los JJOO son un negocio y el organismo dependiente del gobierno de Reino Unido lo ha dejado claro en la última de una serie de polémicas decisiones.
El LOCOG ha rechazado la petición de Medical Services, empresa privada encargada del transporte de pacientes en el este de Londres, para poder utilizar los carriles reservados a la organización alrededor del anillo olímpico. Las ambulancias que no enciendan las luces azules (indicando de esa manera que es una “verdadera” urgencia) deberán ingeniárselas como puedan entre los más que previsibles atascos mientras los VIPs llegan a las instalaciones con total tranquilidad.
El organismo organizador ha reservado hasta 30 kilómetros de carretera desde el centro de Londres y los distintos aeropuertos hasta la zona de Stratford, kilómetros que sólo podrá utilizar la llamada familia olímpica, es decir, atletas, funcionarios y, sobre todo, patrocinadores. BMW ha regalado a la organización una flota de 4.000 vehículos de la series 3 y 5 que se utilizarán con el fin de transportar dichos actores de los Juegos Olímpicos.
Leah Bevington, director de comunicación de Medical Services, expresaba hoy su asombro dado que ese rechazo se une al de la empresa pública Transport for London (TfL) para que ambulancias y otros vehículos de transporte de pacientes puedan utilizar los carriles que se han reservado para los autobuses. “Muchos pacientes de avanzada edad, que se deban desplazar a realizar sus tratamientos diarios, deberán pasar muchas horas en las ambulancias. Pueden imaginar lo peligroso que eso puede llegar a ser”, explicó Bevington.